LO QUE EL DÍA DEBE A LA NOCHE
Autor: Yasmina
Khadra
Título original: C’est que le jour doit à la nuitÉditions Fayard, 2008
Es ésta la novela que supuso el espaldarazo internacional como novelista a su autor, Mohamed Moulessehoul conocido por su seudónimo literario, Yasmina Khadra, autor de títulos como Las golondrinas de Kabul (2002), El atentado (2005), Las sirenas de Bagdad (2006), etc… traducidos a más de treinta idiomas.
La explicación
al éxito internacional de Yasmina Khadra quizás resida en su capacidad para
contar en sus novelas una realidad como la argelina difícil de comprender para
quien no está inmerso en ella. Yasmina Khadra consigue, sobre todo con esta
novela, poner en el mapa literario la Orán del siglo XX, tomando el relevo no
de Camus, para quien Orán no es sino una referencia temporal abstracta, sutil
y metafórica, sino de Emmanuel Robles. No
es por azar que Camus –mejor dicho una cita de La Peste- aparece en la
“dedicatoria” previa al comienzo de la novela, mientras que a Emmanuel Robles
se le cita como personaje real en el transcurso de la misma.
Al
acercarse a la obra de Yasmina Khadra hemos de tener cuidado de que no nos
deslumbre la esquiva personalidad del autor: militar que desempeñó importantes
misiones en la lucha contra el terrorismo en Argelia en los años 90, que
escribe bajo un seudónimo femenino, compuesto por los nombres segundo y tercero
de su esposa, opositor al régimen del presidente Bouteflika, pero al mismo
tiempo máximo representante oficial de la cultura argelina en París. No,
Yasmina Khadra no es un intelectual –en el sentido estricto del término, como
lo puede ser Wassyla Tamzali- ni un ideólogo, ni un filósofo. Yasmina Khadra
–quien suele bromear irónicamente sobre el bulo de que no es él quien escribe
sus novelas- es un novelista de éxito, con un pasado atípico –como por ejemplo
lo es también Arturo Pérez Reverte, el escritor español de mayor éxito en las
últimas décadas- con todas las connotaciones positivas y negativas que ello conlleva. No es un innovador en la
técnica narrativa, no es ni el James Joyce, ni el Borges africano, pero su
éxito y tremenda popularidad -en países como Bélgica es el indiscutible líder
de ventas- no son casuales, sino fruto de una gran capacidad de asimilación y
síntesis de los novelistas clásicos, y sobre todo de una gran capacidad para
aunar lo concreto y lo abstracto, lo particular y lo general, la realidad
cotidiana de un momento dado de la historia reciente argelina, con los secretos
eternos del alma humana, sus pasiones, grandezas y miserias. En definitiva,
Yasmina Khadra es un escritor de best-sellers,
y no hay nada de malo en ello
Como
casi todo lo que concierne a Yasmina Khadra, cercanía y cordialidad en el
trato, escondida tras, comprensible, coraza protectora, el análisis de su obra
se presta también a la contradicción. No es disparatado decir que en Lo que el día … Yasmina Khadra ha sabido
llevar los valores clásicos de la gran novela – Dickens, Dostoyevski, Galdós- a
la realidad espacio-temporal del Orán de mitad del siglo XX. Pero como ocurre
con otros autores “periféricos“ celebrados internacionalmente –el caso del
filipino Sionil José- hay momentos de lectura en la que nos parece estar a
punto de ser enganchados por la telaraña emocional de un culebrón –telenovela-
Se trata en
definitiva de una historia de amor imposible, como tantas otras que han dado la
literatura y el cine: Romeo y Julieta, Juana la Loca, Teruel, con final si no
trágico al menos no feliz, como en Hollywood o Bollywood. El gran hallazgo –y
acierto- de Yasmina Khadra en esta novela, es que no sabemos a ciencia cierta
cual es la verdadera razón para que el final feliz no sea posible. ¿Celos
semi-incestuosos? ¿La barrera casi infranqueable de la religión y/o de la raza?
En la creación
del personaje central, el que nos cuenta la historia, Younes (Jonas), es donde
estriba quizás la aportación más importante del autor. Younes encarna la
contradicción, o si se quiere, la tragedia identitaria de tantas personas
nacidas en suelo argelino. De rasgos marcadamente caucásicos Younes no es
plenamente aceptado ni por los colonos de identidad europea, ni por los que se
reconocen en una identidad áraboislámica; vive inmerso en el tejido social de
los colonos –su madre adoptiva es francesa- pero pertenece a una familia autóctona.
Younes lleva en su ADN y en su destino el drama de la Argelia contemporánea, y
por ello él mismo representa una metáfora de la identidad argelina. Es sin duda
el gran personaje de la novela, el mejor construido. Su amor imposible, por el
contrario, la francesa Emily es menos consistente. El triángulo amoroso que se
forma entre Emily, su madre –la señora Cazanave- y Younes, es de construcción
original: no sólo porque dos de sus lados los constituyan madre e hija, sino
porque las relaciones de estos lados con el tercero, Younes, se producen no
simultáneamente –como suele ser el caso típico de los triángulos amorosos- sin
en épocas bien diferenciadas.
La
construcción de la novela es muy sólida, con partes bien diferenciadas,
correspondientes a distintos etapas en la vida del personaje, que llevan
consigo la descripción de realidades sociales muy diferenciadas: I Jenane Jato:
el lumpen o umbral social más bajo. 2 Río Salado: la burguesía colonial. 3
Aix-en-Provence: la “nostAlgerie” de los pieds-noirs.
El final no es
feliz, como en los culebrones venezolanos. Los amantes no acaban juntos, dando
rienda suelta a su amor, esquivo durante mucho tiempo por una cadena de
absurdos malentendidos. Por el contrario, la felicidad resulta esquiva, inaccesible,
por un destino cruel, por unas convenciones sociales o religiosas absurdas, o
simplemente por la mala suerte. Los personaje tiran adelante, viven sus vidas,
y renuncian a sus deseos más íntimos en pos de unos valores difíciles de
entender y de justificar.
El titulo, que no guarda relación alguna con el texto, es hermoso; es como el título de un cuadro abstracto, un título en sí mismo, como el nombre que se le da a un niño, un nombre apriorístico que no presupone nada sobre su personalidad.