sábado, 9 de julio de 2016

LO QUE EL DÍA DEBE A LA NOCHE




LO QUE EL DÍA DEBE A LA NOCHE

Autor: Yasmina Khadra
Título original: C’est que le jour doit à la nuit
Éditions Fayard, 2008
 
          Es ésta la novela que supuso el espaldarazo internacional como novelista a su autor, Mohamed  Moulessehoul conocido por su seudónimo literario, Yasmina Khadra, autor de títulos como Las golondrinas de Kabul (2002), El atentado (2005), Las sirenas de Bagdad (2006), etc… traducidos a más de treinta idiomas.

La explicación al éxito internacional de Yasmina Khadra quizás resida en su capacidad para contar en sus novelas una realidad como la argelina difícil de comprender para quien no está inmerso en ella. Yasmina Khadra consigue, sobre todo con esta novela, poner en el mapa literario la Orán del siglo XX, tomando el relevo no de Camus, para quien Orán no es sino una referencia temporal abstracta, sutil y  metafórica, sino de Emmanuel Robles. No es por azar que Camus –mejor dicho una cita de La Peste- aparece en la “dedicatoria” previa al comienzo de la novela, mientras que a Emmanuel Robles se le cita como personaje real en el transcurso de la misma.     

            Al acercarse a la obra de Yasmina Khadra hemos de tener cuidado de que no nos deslumbre la esquiva personalidad del autor: militar que desempeñó importantes misiones en la lucha contra el terrorismo en Argelia en los años 90, que escribe bajo un seudónimo femenino, compuesto por los nombres segundo y tercero de su esposa, opositor al régimen del presidente Bouteflika, pero al mismo tiempo máximo representante oficial de la cultura argelina en París. No, Yasmina Khadra no es un intelectual –en el sentido estricto del término, como lo puede ser Wassyla Tamzali- ni un ideólogo, ni un filósofo. Yasmina Khadra –quien suele bromear irónicamente sobre el bulo de que no es él quien escribe sus novelas- es un novelista de éxito, con un pasado atípico –como por ejemplo lo es también Arturo Pérez Reverte, el escritor español de mayor éxito en las últimas décadas- con todas las connotaciones positivas y negativas  que ello conlleva. No es un innovador en la técnica narrativa, no es ni el James Joyce, ni el Borges africano, pero su éxito y tremenda popularidad -en países como Bélgica es el indiscutible líder de ventas- no son casuales, sino fruto de una gran capacidad de asimilación y síntesis de los novelistas clásicos, y sobre todo de una gran capacidad para aunar lo concreto y lo abstracto, lo particular y lo general, la realidad cotidiana de un momento dado de la historia reciente argelina, con los secretos eternos del alma humana, sus pasiones, grandezas y miserias. En definitiva, Yasmina Khadra es un escritor de best-sellers, y no hay nada de malo en ello

 
            Como casi todo lo que concierne a Yasmina Khadra, cercanía y cordialidad en el trato, escondida tras, comprensible, coraza protectora, el análisis de su obra se presta también a la contradicción. No es disparatado decir que en Lo que el día … Yasmina Khadra ha sabido llevar los valores clásicos de la gran novela – Dickens, Dostoyevski, Galdós- a la realidad espacio-temporal del Orán de mitad del siglo XX. Pero como ocurre con otros autores “periféricos“ celebrados internacionalmente –el caso del filipino Sionil José- hay momentos de lectura en la que nos parece estar a punto de ser enganchados por la telaraña emocional de un culebrón –telenovela-
           

Se trata en definitiva de una historia de amor imposible, como tantas otras que han dado la literatura y el cine: Romeo y Julieta, Juana la Loca, Teruel, con final si no trágico al menos no feliz, como en Hollywood o Bollywood. El gran hallazgo –y acierto- de Yasmina Khadra en esta novela, es que no sabemos a ciencia cierta cual es la verdadera razón para que el final feliz no sea posible. ¿Celos semi-incestuosos? ¿La barrera casi infranqueable de la religión y/o de la raza?
 

En la creación del personaje central, el que nos cuenta la historia, Younes (Jonas), es donde estriba quizás la aportación más importante del autor. Younes encarna la contradicción, o si se quiere, la tragedia identitaria de tantas personas nacidas en suelo argelino. De rasgos marcadamente caucásicos Younes no es plenamente aceptado ni por los colonos de identidad europea, ni por los que se reconocen en una identidad áraboislámica; vive inmerso en el tejido social de los colonos –su madre adoptiva es francesa- pero pertenece a una familia autóctona. Younes lleva en su ADN y en su destino el drama de la Argelia contemporánea, y por ello él mismo representa una metáfora de la identidad argelina. Es sin duda el gran personaje de la novela, el mejor construido. Su amor imposible, por el contrario, la francesa Emily es menos consistente. El triángulo amoroso que se forma entre Emily, su madre –la señora Cazanave- y Younes, es de construcción original: no sólo porque dos de sus lados los constituyan madre e hija, sino porque las relaciones de estos lados con el tercero, Younes, se producen no simultáneamente –como suele ser el caso típico de los triángulos amorosos- sin en épocas bien diferenciadas.
 

La construcción de la novela es muy sólida, con partes bien diferenciadas, correspondientes a distintos etapas en la vida del personaje, que llevan consigo la descripción de realidades sociales muy diferenciadas: I Jenane Jato: el lumpen o umbral social más bajo. 2 Río Salado: la burguesía colonial. 3 Aix-en-Provence: la “nostAlgerie” de los pieds-noirs.
 

El final no es feliz, como en los culebrones venezolanos. Los amantes no acaban juntos, dando rienda suelta a su amor, esquivo durante mucho tiempo por una cadena de absurdos malentendidos. Por el contrario, la felicidad resulta esquiva, inaccesible, por un destino cruel, por unas convenciones sociales o religiosas absurdas, o simplemente por la mala suerte. Los personaje tiran adelante, viven sus vidas, y renuncian a sus deseos más íntimos en pos de unos valores difíciles de entender y de justificar.
 
         El titulo, que no guarda relación alguna con el texto, es hermoso; es como el título de un cuadro abstracto, un título en sí mismo, como el nombre que se le da a un niño, un nombre apriorístico que no presupone nada sobre su personalidad.             

 
            Javier GALVÁN GUIJO